La pintura de Parmigianino “Madonna en el trono, Zacarías, Juan el Bautista y María Magdalena”.El tamaño de la imagen es de 73 x 60 cm, madera, óleo. La gloria temprana no echó a perder al joven artista. Estudió diligentemente las obras de grandes maestros, fue, como recuerdan sus contemporáneos, refinado y agradable de usar.
Y trabajó muy duro. Durante las obras de Parmigianino, no se dio cuenta en absoluto de que Roma fue ocupada por las tropas de Carlos V de Habsburgo. Hay una leyenda de que el artista ni siquiera lo distrajo de su siguiente pintura, cuando los soldados alemanes irrumpieron en su casa. Según Vasari, los soldados estaban tan impresionados con su trabajo que no se atrevieron a causarle ningún mal.
Según Vasari, los alemanes que defendieron a Parmigianino por su excelente talento fueron reemplazados por otros que eran menos sensibles a las bellas artes.
Un día, cuando el artista se dirigía hacia algunos de sus amigos, fue capturado por los soldados, y tuvo que darles el poco scanto que tenía, para que lo dejaran ir sin dañarlo. Vasari informa que esta circunstancia no fue tanto para el pintor como para su tío, que decidió alejarlo del pecado y llevarlo a su tierra natal. Parmigianino, sin embargo, no fue a Parma, sino a Bolonia, donde vivió durante mucho tiempo en la casa de uno de sus amigos, que se ganaba la vida haciendo sillas de montar.
En Bolonia, el artista trabajó mucho en dibujos y grabados. Para la fabricación de este último, tenía consigo a un cierto maestro Antonio de Trento. Una mañana, este maestro, mientras Parmigianino aún dormía, robó de su pecho todos los grabados en cobre y en el árbol, así como todos los dibujos, y desapareció con ellos en una dirección desconocida.
Sin embargo, pronto se encontraron los grabados: Antonio los dejó con alguien de sus conocidos. Los dibujos desaparecieron sin dejar rastro. Pero cada nube tiene un lado positivo: en la desesperación, que todas sus “obras gráficas” se hicieron pedazos, Parmigianino volvió a la pintura.
Durante este período se pintó su cuadro “Madonna en el trono, Zacarías, Juan el Bautista y María Magdalena”. Además de Madonna y María Magdalena, el artista representó al profeta Zacarías del Antiguo Testamento y al bautista Juan de ojos dorados, abrazando tiernamente al pequeño Cristo.
Todo el trabajo está escrito por el artista en tonos azul grisáceo, dando a la historia bíblica un matiz de efemeralidad, algo de no participación en el mundo circundante. Descargados con gracia sutil, los rostros de la Madre de Dios y María Magdalena están desprovistos de materialidad y calor humano, pero el rostro del profeta es conmovedor y significativo.