Ante nosotros hay una imagen de los grandes Botticelli, llena de imágenes simbólicas. También a veces se la llama “la Virgen que enseña a leer al Cristo infantil”.
El libro, que está sobre la mesa, se llama “El libro de los anfitriones de María”, un símbolo de la sabiduría eclesiástica de esa época. Las uñas en la mano izquierda del niño Jesús y la corona de espinas en su muñeca, atestiguan inexorablemente los sufrimientos venideros con los que Él expiará los pecados de la humanidad.
Con su mano derecha, doblada en un famoso gesto, bendice el libro. El infante Dios toca suavemente a su madre y, girándose, la mira admirado.
Madonna está inmersa en una pena silenciosa, espera con humildad lo que Dios quería para ella. El dibujo en la capa de la Santísima Virgen, en forma de llamas invertidas que emanan del Sol, es un símbolo del sufrimiento futuro y la muerte en la cruz de su Hijo, el Salvador. Las frutas de jardín en la mesa indican figurativamente el Reino de Dios abierto a las personas por Cristo.
La composición general de este último lienzo del artista es simple y concisa, y se asemeja al período inicial de su trabajo. Por alguna razón, Botticelli trae a la imagen un elemento de inestabilidad: Madonna, ya sea sentada a medias o levantándose, esta postura del niño Jesús parece incómoda. El maestro nos dejó este enigma sin respuesta, aún no se ha resuelto…