Leonardo Da Vinci era una leyenda viviente, cuya presencia podía decorar cualquier corte real. El rey francés Francisco I, que era un gran amante del arte italiano, invitó al artista a Francia. Leonardo aceptó la invitación en 1516 o 1517 y pasó el resto de sus días como invitado real honorario.
Recibió el título oficial de “el primer artista real, ingeniero y arquitecto”, pero en realidad dedicó los últimos años de su vida a la construcción de magníficas vacaciones en la corte y al trabajo en diarios y manuscritos que quería publicar. Francisco apreciaba mucho a Leonardo como interlocutor. El rey era muy consciente de que en su corte era uno de los más grandes pensadores en la historia de la humanidad.
Leonardo vivió en la finca de Clu, cerca del castillo real de Amboise en el valle del río Loira, donde murió el 2 de mayo de 1519, a la edad de 67 años. El cuerpo de Leonardo fue enterrado en el cementerio local. Posteriormente, el cementerio fue destruido, y la tumba del artista se perdió.
Jean Auguste Dominique Ingres, quien pintó este lienzo en el siglo XIX, muestra un profundo artista que murió en los brazos de su joven patrón.