La imagen muestra una típica terraza veneciana, llena de platos coloridos y rodeada por una barandilla de mármol alrededor del perímetro.
En la orilla opuesta del río, según algunos investigadores, Lethe, puedes ver montañas rocosas con muchas cuevas, un pueblo al pie de una de las montañas y un castillo en su cima, un paisaje un poco extraño y misterioso, sobre este cielo con nubes suaves reflejadas en la superficie del agua.
Hay varias figuras en la terraza. En la esquina de la terraza hay un trono de mármol en el que la Madre de Dios se sienta con la cabeza inclinada y las manos juntas en oración.
A su izquierda, con una cabeza inclinada, se sienta una mujer con una corona, a la derecha más cerca del espectador, otra mujer, alta, joven y delgada, con una capa negra sobre sus hombros, similar a la que usan los venecianos hasta el día de hoy.
Detrás de la barandilla de mármol hay dos ancianos: los investigadores creen que esto es muy probable que sean los apóstoles Pablo y Pedro. En las manos de Pablo, la espada, la expresión de su rostro es severa y contrasta con la gentil mirada del segundo apóstol, con afecto al grupo en el centro de la terraza.
Aquí, en un jarrón de arcilla, crece un pequeño árbol, alrededor del cual juegan cuatro niños. A ellos, desde el otro extremo de la terraza, se les envían dos santos: Job, con las manos juntas en oración, y el joven, Sebastián, que golpea con su belleza divina…
Durante mucho tiempo esta alegoría quedó sin resolver. Recientemente, sin embargo, los investigadores han podido establecer su fuente literaria. Lo más probable es que fuera el Errante del alma, un poema del autor francés Guillaume Degilville, popular en el siglo XIV, en el que el árbol místico simbolizaba a Cristo, y los bebés que jugaban debajo representaban a las almas del purgatorio…
Bellini refinó la trama del poema, representando a los santos patrones de las almas inocentes de Job y Sebastián, los apóstoles, la Madre de Dios y una mujer, supuestamente personificando a Justicia, quien, habiendo dado la espada de castigo en manos del apóstol Pablo, humildemente se inclina ante la Madre de Dios, su cabeza coronada
Sin embargo, todavía hay muchos inexplicables. La figura en el turbante oriental, el hombre del atuendo rojo brillante, el centauro, todas estas criaturas extrañas parecen ser el fruto de la imaginación de Bellini.
Y la clave de su imagen no está tanto en lo que se muestra en el lienzo, sino en la atmósfera más misteriosa de esta obra, cuyos personajes parecen estar interconectados y, al mismo tiempo, cada uno existe por sí solo. Por una buena razón, muchos investigadores llaman a la “Alegoría Sagrada” una imagen de sueño…
A pesar de la historia no resuelta, la imagen ganó fama gracias a sus cualidades pintorescas y la atmósfera hábilmente transmitida de la ciudad sobre el agua.