La pintura fue pintada al final de la vida del artista. Ante nosotros hay una pequeña tienda donde se venden obras de arte. El artista aquí muestra el ambiente artístico como un reflejo de toda la sociedad.
A la izquierda de la puerta, los empacadores de las imágenes se colocan en una caja de un retrato anticuado del fallecido Rey Luis XIV. Este es el pasado reciente, pero ya el pasado. A la derecha, con una notable ironía, se muestran dos “amantes del arte”: la dama y el caballero, que disfrutan de una imagen con una trama galante frívola.
Este público encarna el espíritu de una sociedad devastada e insincera. Son personas bastante vacías que ocultan sus inútiles intereses bajo la apariencia de la caridad primitiva.
Pero no toda la sociedad es como ellos. En la esquina derecha de la tienda contempla una pequeña imagen de los jóvenes. La imagen no es visible para nosotros, pero la muda admiración de estos espectadores da testimonio de la fuerza del verdadero arte y de sus verdaderos conocedores que, con gran expectación, prestan atención al arte.
Estos dos grupos de personas se oponen entre sí de manera imperceptible, sutil e ingeniosamente. Diálogo silencioso como si los verdaderos expertos en arte y sus compañeros de moda.