Para Vincent van Gogh, Paul Gauguin no era solo un compañero artista, sino un amigo cercano, con quien tenía grandes esperanzas de cooperación. Sin embargo, poco después de la llegada de Gauguin a Arles en noviembre de 1888, se desató una violenta disputa entre compañeros artistas y su comunicación cesó. Gauguin abandonó la hospitalaria Casa Amarilla de Van Gogh, dejando solo una silla vacía.
Silla vacía en el centro de la habitación. La ausencia de una persona que alguna vez lo ocupó. La amargura de la pérdida de un amigo cercano y el colapso de los sueños asociados con él. En un ambiente similar, Van Gogh creó la pintura “Silla de Gauguin”. Un poco más tarde, se escribió la adición: el cuadro “La silla de Vincent van Gogh con una pipa”.
Las obras se convirtieron en prototipos de dos artistas, reflejando la disimilitud de su carácter, puntos de vista sobre la vida y el arte, diferentes formas de destino.
La silla es el personaje principal que ocupa todo el espacio de la imagen. Hecho por las manos de un artesano experto, con libros y una vela en el asiento, con su apariencia, personifica la ambición de Gauguin y su rico conocimiento. Los colores principales de la imagen (rojo y verde) elegidos por Van Gogh no son accidentales. Más precisamente y más profundo que otros tonos, fueron capaces de transmitir las ilusiones perdidas y la oscuridad en la que el artista se sumergió con la partida de Gauguin.
En un tándem de dos obras de contraste en el estado de ánimo, la imagen “La silla de Gauguin” se ve más sombría, y el artista no ve destellos de luz en ella, como en su situación de vida. Un mueble sin vida en su naturaleza simboliza algo vivo, pero algo del pasado.
Esta es la huella de una persona dejada por él en el mundo material, un lugar donde esta persona ya no está y puede que nunca lo esté.