La antigua ciudad, que recuerda a Venecia, iluminada por los rayos del sol del amanecer. El muelle está pavimentado con losas de piedra. Los edificios altos y las torres se riegan con la luz dorada de la mañana. Pórtico antiguo.
Torres Embarcaciones, veleros. Unos pocos peatones. Todo esto sirve como telón de fondo para un majestuoso espectáculo teatral.
Lejos en el horizonte, dividiendo el agua lila y el cielo en dos, encajado entre ellos por una corriente tangible de oro, el sol sale. Y aún más, en el otro lado del disco solar, de azul y oro, como Afrodita de espuma, nace Gala.
La figura femenina colosal se eleva sobre la ciudad y el mar, la luz enfatiza y representa el relieve escultórico de su cuerpo. A pesar de su tamaño, parece ligero, ingrávido, flotando en el aire. Sus pies están ocultos detrás del disco solar, su cabeza oculta detrás de una nube espesa, la forma se asemeja al sombrero de tres esquinas de Napoleón.
Pero parece que alguien va a eliminar este molesto obstáculo del cielo. La mano de un hombre sostiene una nube, la arrastra hacia el borde y se vuelve más delgada, como un remolque bajo los dedos de un hilandero.
Su textura se hace visible: es una lana realmente gruesa, saturada con el oro del alba, el legendario vellón dorado. Dalí intenta el papel del nuevo Jason, pero sus intenciones no son tan mercenarias. Solo quiere mostrarle al espectador una hermosa Gala, la personificación del amanecer de la mañana, en todo su esplendor.