En esta imagen, el autor describe el momento en que la institutriz toma una casa rica. Si bien esta situación era la más común, se percibía de la misma manera inusualmente.
La gente rica invitó a una niña a la casa que les enseñaría a sus hijos los modales necesarios. Estos propios caballeros acomodados estaban lejos de ser científicos, pero desean lo mejor para sus hijos. Y aunque ambos padres no ven mucha importancia en la niña, se esfuerzan por garantizar que tengan todo como personas.
La institutriz de recepción no es tan cálida. La niña hace una reverencia al comerciante que la mira con suspicacia: quién es este, de dónde viene. Él condescendientemente la mira, mientras le indica su lugar en la casa.
Al lado del comerciante hay un hijo. Este es un hombre joven que, aunque arrogante, pero al mismo tiempo con un interés no disimulado, está observando a una mujer en su casa. Desde la parte posterior de su padre asomó mercader e hija.
También miran al huésped con gran atención. Sus malos modales se pueden ver a simple vista: están de pie con la boca abierta.
Los sirvientes de los comerciantes ricos se reunieron en el lado izquierdo de la otra puerta. Su interés no es menor, pero no hay arrogancia en sus ojos. Una joven con buenos modales pronto se les unirá.
La institutriz ahora enseñará a las hijas de los comerciantes el lenguaje, la costura y los modales de la alta sociedad. ¿Podría ella imaginar que después de recibir una excelente educación, llegaría aquí? Es poco probable que la niña estuviera esperando tal destino.