Tradicionalmente, la acuarela se consideraba un “género bajo”, pero desde mediados del siglo XIX se tomó más en serio.
En sus primeros años, Moreau usaba la acuarela solo para bocetos preliminares de grandes pinturas, que se pintaban al óleo. Sin embargo, en la década de 1860 se interesó seriamente en la acuarela, porque esta técnica le permite al artista crear un color transparente y vívido, y gradualmente, Moreau comenzó a exhibir acuarelas como obras independientes. Fue con acuarela que Moreau escribió una serie de sus famosas escenas mitológicas, bíblicas e históricas, como “Edipo y la Esfinge”, 1861.
Algunas acuarelas del artista, como, por ejemplo, “Phaeton”, alcanzaron un metro de altura y más de medio metro de ancho. Otras acuarelas eran pequeñas en formato, como, digamos, “Inspiración”. La habilidad del acuarelista Moro se manifestó más claramente en una serie de ilustraciones de las fábulas de La Fontaine.
Entre ellos se encontraba el “Rana, que quería ver al rey”, un increíble trabajo de elegancia y precisión de observación.