El estilo artístico de finales del Greco es único y dinámico. Se caracteriza por un claro movimiento del naturalismo a la penetración mística. Los esfuerzos del artista para alargar y distorsionar las figuras humanas han aumentado, mientras que las dimensiones de los lienzos en sí han cambiado, han crecido en altura y se han “reducido”. Los colores de El Greco se han vuelto más fríos y la luz es aún más dramática.
Cada vez más, la iluminación en las pinturas de El Greco parecía sobrenatural.
La forma de escribir fue liberada de las reglas establecidas, expresión dominada en ella. El mejor ejemplo de estos cambios es la pintura La Inmaculada Concepción, pintada en 1607-13 para la iglesia de San Vicente en Toledo. En su libro dedicado a la obra del artista, Philip Trautman escribió que esta pintura es “quizás la más extática en toda la historia de la pintura”.