El retrato de Isabel Ciapha Eugenio puede considerarse un modelo del desfile español del retrato del personaje coronado. Sobre un oscuro fondo aterciopelado frente a nosotros hay una mujer muy joven, casi una niña, tirada como una coraza, con un ajustado corsé de su vestido ceremonial. Una de sus manos aprieta un pañuelo, mientras que la otra descansa en el respaldo de una silla de color rojo oscuro.
Esta querida hija de Felipe II y su tercera esposa, Isabel, princesa de la casa de Valois, hermana de la famosa reina Margot, vivirán una larga vida. Ella se mostrará como una gobernante justa y sabia de Flandes, hizo mucho para terminar la guerra entre los Países Bajos y España. Su gobierno será el apogeo de la ciencia y el arte, que ella patrocinará. Pero todo esto está en el futuro.
Y ahora el retrato de la joven princesa con un vestido blanco con cordones, bordados de oro, perlas y joyas se dirige hacia nosotros desde el retrato; Dieciséis años, viajará desde su casa a un país distante y beligerante.
El artista transmitió perfectamente la hinchazón de la doncella, que no puede ocultar la seriedad, ni siquiera la rigidez de su mirada. Los labios, aún hinchados de manera infantil, le dan al rostro una expresión caprichosa. Manos pequeñas con un aro enganchado. Además de la cara y las manos en el retrato, todo lo demás es un vestido, se le presta especial atención.
Blanco, hecho de brocado duro, está cubierto de oro y ricamente decorado con piedras preciosas. La tela del vestido es tan densa que la forma que se forma está completamente desprovista de pliegues. El cuello rígido y espinoso levanta una cara joven sin ojos de niña.
Un collar de oro que rodea un cuello bien cubierto por un vestido está escrito con maestría. Las gemas que adornan el cinturón y los botones del vestido de princesa parecen casi tangibles. Todo debe ser usado para afirmar el significado del retratado.
Sin embargo, con qué facilidad el artista pudo hacer todo esto. Resolvió todas las tareas asignadas a él y disfrutó de la belleza de una mano tierna que sostenía un pañuelo. Para iluminar la segunda mano, la puso en el respaldo del sillón rojo.
Con evidente admiración, también retrata un intrincado gorro que corona a la princesa, decorado con perlas y plumas.