En 1902, miembros de la Secesión vienesa organizaron una exposición, junto con la inauguración del monumento a Ludwig van Beethoven, cuyo creador fue Max Klinger. En su trabajo, Klinger utilizó una variedad de materiales: mármol blanco y de color, yeso, bronce, marfil, y presentó al gran compositor en forma de deidad.
Frieze, realizado por Klimt para esta exposición, se hizo eco de estilo con la escultura de Klinger. Además de la pintura, el arsenal técnico del artista incluía plata y dorado, fragmentos de espejos, clavos y botones. Las figuras representadas en el friso no tienen nada que ver ni con Beethoven ni con la música en general.
Sin embargo, se dijo en el catálogo de la exposición que el friso expresa “las esperanzas y los deseos de toda la humanidad” y muestra que el arte lleva a las personas “al reino ideal de los placeres puros, la felicidad pura y el amor puro”.
Inicialmente se asumió que este friso será temporal. Durante décadas, nadie lo vio, pero más recientemente, en 1986, el friso restaurado estuvo disponible para los conocedores de la pintura. Reproducido arriba es un fragmento llamado “Fuerzas Hostiles”.