El destino creativo de Veronese fue el más afortunado. Aún no tenía treinta años cuando logró el reconocimiento oficial y órdenes estatales honorables.
Capturando sensiblemente el sentimiento público, el maestro siempre ha permanecido en la cima de la popularidad. Su manera decorativa y magnífica en la que escribió sus composiciones y alegorías de múltiples figuras correspondió plenamente al espíritu secular de la República de Venecia. Y las obras religiosas posteriores creadas por el artista durante el período de la Contrarreforma son una ilustración muy precisa de los decretos del Concilio de Trento.
Sin embargo, encarnando fielmente las aspiraciones de la Patria y la Iglesia, Veronese nunca se traicionó, siendo, sobre todo, un fiel servidor del Arte.
La República de Venecia ordenó en más de una ocasión un lienzo veronés para los pasillos del Palacio Ducal. Se le encomendó al artista la tarea de glorificar el poder comercial y militar de la “ciudad en la laguna”. Las imágenes creadas por él en este campo no pueden llamarse majestuosas.
En cualquier caso, la república cada vez se conformaba.
Para el Gran Salón del Consejo, destruido por un incendio en 1577, el maestro creó un gran lienzo “El triunfo de Venecia”, donde Venecia es coronada por un ángel que vuela desde el cielo. Junto al trono, el espectador ve muchas figuras alegóricas: estas son todas las virtudes que florecen en la feliz República de Venecia.