A la edad de diecisiete años, Toulouse-Lautrec ya podía considerarse un impresionista consumado, ya que los espectadores podían sentir los sentimientos vivientes en sus pinturas.
En la obra “El conde de Alphons de Toulouse-Lautrec gobierna el trineo de cuatro caballos”, los caballos están representados a un nivel digno del pincel de un maestro experimentado. Uno siente el poder y la energía que emanan de los animales, “corriendo” al espectador con una verosimilitud irreal.
Es notable que el joven artista estudió a fondo la estructura anatómica de los caballos.
La figura del gráfico, manejando imperturbable una cuadriga, parece algo estática.