El Día de la Bastilla, asociado invariablemente con la Gran Revolución, es muy importante para todos los franceses, y no es sorprendente que Hassam, quien vivió algún tiempo en París, decidió dedicar una de sus obras al evento. El cuadro está pintado con pinturas brillantes y limpias, trazos amplios y seguros. En el contexto de los bulliciosos residentes y los edificios masivos que se encuentran estrechamente opuestos entre sí, la bandera nacional se erige como un punto de acento brillante.
Este tricolor, como símbolo de la libertad, más de una vez se convirtió en el actor principal en pinturas de temas similares. Basta recordar a Delacroix.
Las obras parisinas de Hassam son, a menudo, escenas urbanas. Aquí está la imagen presentada: esta es una imagen de una ciudad con gente caminando lentamente, cuyas figuras no tienen líneas definidas, pequeñas tiendas comerciales y pavimentos lisos. Los críticos de arte consideran que este trabajo es el “anticipador” de la famosa serie Flags, que se escribirá a principios de la década de 1910.
La imagen llama la atención sobre la armonía única que es tan característica de las obras del autor: una calle animada escrita en colores pastel con inserciones de amarillo y rojo en contraste, lógicamente complementada por una bandera en desarrollo que enfoca instantáneamente la atención en sí misma, transformándose en el tema principal de la imagen. El paisaje urbano en sí mismo es sorprendente: el maestro no siguió la representación tradicional de las calles francesas, eligiendo su propio camino. El mismo Hassam trató de ver en las calles de París las características del Nuevo Mundo, afirmando que París ahora se había vuelto completamente estadounidense.