El trabajo se presentó por primera vez al público en general en la exposición de los “Caminantes” con la que colaboró el maestro. La imagen fue aceptada con entusiasmo por los críticos, lo que, una vez más, marcó la insuperable habilidad del autor en la imagen de la luz. Ante el espectador hay un paisaje brillante y jugoso, renovado por una lluvia fuerte y vivificante.
A juzgar por las nubes, la tormenta era grave. El agua quitó todos los signos de calor y sequía de la hierba. Absorbiendo ansiosamente la humedad, los campos explotaron en verde brillante bajo los rayos del sol de la tarde.
Nubes oscuras y siniestras todavía están llenas de tormentas eléctricas, pero el elemento ya se está retirando para revivir otros lugares. Una pequeña granja en una colina alta es elegante y acogedora.
Los contrastes de la obra crean un ambiente de ligereza y aroma después de la lluvia. El silencio y la tranquilidad de la parte iluminada de la obra se oponen a la violencia de los elementos en los cielos. El complejo movimiento de las nubes, intenso y fuerte, ya no asusta al espectador.
Sus ojos están clavados en la parte soleada y luminosa del paisaje.
Las orillas cubiertas con cañas de un pequeño río, acariciadas por la lluvia, crean un confort adicional y una serie de “sonido” de la imagen. El espectador “oye”, siente, percibe lo que vio. El cuadro está sin duda pintado de la vida. A pesar del uso de tonos brillantes, limpios y muy contrastantes, el paisaje se ve muy real.
La precisión de las líneas, la armonía interior de la imagen la convierte en una de las más expresivas en las obras del maestro.