Aquí Miguel Ángel representó la escena de la conversión de San Pablo. El Nuevo Testamento cuenta cómo el judío Saúl, el perseguidor de los cristianos, los buscó, los llevó a Jerusalén y los castigó.
Durante tres días, Saúl fue ciego y fue sanado por la palabra de Dios por su discípulo, después de lo cual fue bautizado y pronto se convirtió en el apóstol Pablo. Miguel Ángel retrató el momento en que el Señor arroja una semilla sobre su futuro seguidor, y él, cegado, cae de su caballo al suelo.
La tierra, como si la viera el artista desde arriba, parece levantada, además de que su superficie se inclina ligeramente hacia la izquierda, y parece que el personaje principal sigue cayendo. Pero al mismo tiempo, un gesto desesperado de una mano levantada insinúa que Saul está listo para levantarse e ir a una nueva vida. La gente a su alrededor está asustada, alguien está huyendo, alguien está cubierto con un escudo del cielo cegador, alguien está reteniendo un caballo que se está encabritando, alguien está corriendo hacia un hombre caído.
Al mismo tiempo, todo aquí parecía detenerse: esto es lo que sucede cuando un brillante destello de luz arrebata una imagen de la oscuridad.
La combinación de dinámica y carácter estático introduce una tensión especial en la imagen. Algunas figuras, como las que se encuentran abajo, están cortadas por el borde del fresco, y parece que lo que está sucediendo continúa más allá de sus límites. Además, Miguel Ángel introduce en la composición un paisaje como si se viera desde el cielo, lo que le da a la escena una escala cósmica.