En Arles, Van Gogh pinta constantemente al aire libre, capturando diversos motivos paisajísticos. Le atrae la naturaleza: las vastas extensiones de campos, casas de pueblo, jardines urbanos y callejones. Pero a veces, motivos tan inusuales, como por ejemplo, en esta imagen, caen en el campo de atención del artista.
En el áspero paisaje industrial, ve una especie de poética y belleza, y estos sentimientos se reflejan en el lienzo.
La composición de la pintura es bastante simple: el artista representa estar parado en una fila de vagones de ferrocarril. El horizonte está muy sobreestimado, lo que hace que la imagen sea pesada y monumental. Los coches limitan el espacio visible, y la mayor parte de la imagen está ocupada por un enorme primer plano, cruzado por un camino ancho.
La coloración de la imagen se basa en una combinación de colores contrastantes. Van Gogh hace que el cielo sea casi verde para resaltar y realzar el color rojo ladrillo de los autos. Esta combinación afilada viene a la palestra.
Van Gogh marca el camino alrededor del contorno rojo, y lo escribe a sí mismo en varios trazos en color, desde fríos lilas a amarillos y rojos, con reflejos de un cielo verdoso. Todo el cuadro se basa en contrastes, por lo que parece un poco pesado y agudo, pero esta manera es la más adecuada para la naturaleza del motivo representado.