Una imagen increíble con una capacidad única: además de la percepción visual, esta imagen también se puede escuchar.
Isaac Ilyich Levitan escribió una obra en uno de los períodos más felices de su vida difícil: 1892 y, probablemente, también por esto, es uno de los mejores, que define el estilo individual del maestro.
La estructura religiosa representada en la imagen no es un producto de la fantasía de Levitan, sino un monasterio Krivozersky de la vida real cerca de la ciudad de Yurievets, pero un río estrecho es el Volga, el artista más querido.
La imagen puede atribuirse al género del “paisaje de la iglesia”: hay varias obras similares de Levitan. El autor describió una noche de verano, es decir, el momento en que las campanas sonaban a todos para una oración.
Los “invitados” raros en el lienzo de este artista: a las personas que dominan el paisaje no les gustaba representarlos en sus obras. El principal héroe “humanizado” para el artista siempre ha sido la naturaleza misma, el paisaje, sin embargo, en el cuadro presentado las personas están presentes. Un pequeño vapor con peregrinos le da al trabajo características realistas.
Verdaderamente mágicamente en la imagen se ve el cielo, solemnes nubes de color blanco rosado flotan lentamente sobre el alto campanario y el monasterio. Existe un astuto movimiento favorito del maestro: la “duplicación” del espacio celestial, a través del reflejo en la superficie del espejo en calma del río.
En esta imagen, el espectador no encontrará comparaciones contrastantes y otras disonancias de color: todo es tranquilo y armonioso. El Volga cruza el lienzo en diagonal y, por así decirlo, lidera el ojo del espectador, lo que le da una dinámica.
La imagen suena sorprendentemente al unísono con los principios naturales y espirituales: la extraordinaria belleza del paisaje está en perfecta armonía con el campanario de la torre del campanario, las paredes de piedra blanca del monasterio, que se apresuran a servir como peregrinos. Y a lo largo de toda la velada pastoral, suena una campana baja y densa, que resuena con toda esta hermosa naturaleza, y nos transmite su majestuosa llamada después de siglos, dando lugar invariablemente a profundos pensamientos filosóficos.