En 1887, Van Gogh a menudo pintaba paisajes de la naturaleza, tratando de encontrar y transmitir la frescura de los tonos naturales, las sutilezas de la iluminación de aire puro. Para él, la naturaleza estaba indisolublemente vinculada con el mundo de los sentimientos humanos, y con frecuencia las propias experiencias del artista estaban plasmadas en imágenes de paisajes.
En esta imagen, Van Gogh representó el callejón oscuro del parque contra el cielo crepuscular. El sol ya se había puesto, volviendo el cielo amarillo oscuro. Sus reflejos son visibles en la pasarela, donde los tonos amarillentos se entremezclan con el color frío de la tierra.
Siluetas oscuras de árboles se alzan contra el cielo, como diciendo adiós al día que pasa.
Van Gogh hace que el oscuro paisaje crepuscular sea bastante brillante, maximizando los matices de color sutiles de los tonos naturales. Los suaves ritmos de la composición crean una atmósfera de paz, pero los trazos rápidos multidireccionales traen un tono de dinamismo alarmante, haciendo que la superficie de la carretera sea desigual y haciendo que las hojas oscuras de los árboles se ericen.
Quizás esta velocidad de ejecución fue causada por el deseo del artista de capturar el motivo de la noche en el lienzo lo más rápido posible, para “atrapar” los colores que dejan el cielo claro. En cualquier caso, el autor fue capaz de transmitir sus propias experiencias a través del estado de la naturaleza.