En toda su incomparable magnificencia, se muestra la noche parisina. Las luces de espejismo incorrectas brillan y se desmoronan, los anuncios parpadean, las multitudes de personas fluyen incesantemente… La eterna, eterna, conmovedora fiesta de la vida… ¡Y cómo en ruso esta entonación de fuegos artificiales intrigantes de tristeza, fatiga, “soledad en una multitud” irrumpe en el fuego ruso! .
El autor se siente a sí mismo en medio de este fabuloso júbilo, no tanto como un participante desinteresado sino como un admirador que admirará el infierno, disfrutará de esta brillante actuación e irá a su hogar, en su distante y relajante silencio.