En 1862, Elizabeth Siddal, la musa y esposa de Ros-Setti, murió envenenada por el sonoro. Se sabe que el artista vio una conexión directa entre su amor “ideal” por Elizabeth y el amor de Dante por Beatrice. La pintura “Beatriz bendecida”, escrita por Rossetti después de la muerte de su esposa, fue la última en la que la retrató en la forma de Beatriz.
El propio pintor dijo que quería mostrar la muerte aquí “como éxtasis, una transformación espiritual inesperada”.
Mira a la cara de Beatrice. Sus ojos están cerrados, ella ya ve imágenes de otro mundo. Su cabello rojo dorado, iluminado por el sol, crea una apariencia de un halo alrededor de su cabeza.
El ave, el heraldo de la muerte, deja caer la amapola en sus palmas abiertas, un símbolo del olvido y del sueño reparador.
En el fondo, el espectador puede ver las figuras de Dante y Angel. Toda la escena está inundada de una misteriosa luz del atardecer, y con ella el autor centra su atención no tanto en la cara como en las manos de Beatrice.
La luz cae de tal manera que queda clara para el espectador: la cara de la amada de Dante se vuelve hacia la fuente de luz y sus palmas lo aceptan como gracia. Desde el punto de vista del color y las soluciones compositivas, la imagen es extremadamente simple: no es tan fascinante sino fascinante.