Los colores de esta pintura son característicos de la creatividad de Dalí: el azul y los tonos de amarillo. El primer plan es una repisa de bloques de piedra. Detrás de este diseño, apoyando su mano en una superficie horizontal, hay un hombre.
El espectador solo ve su cabeza, hombros y mano.
El hombre tiene cabello castaño, peinado en una parte separada de la moda de la época. Sus rasgos están contorsionados con una mueca de pesar. El fondo de la imagen es montañas y una nube dorada que remolina. Contra su fondo se ve un personaje más.
Este es un hombre con una cabeza extrañamente deformada, sin pelo y glúteos hipertrofiados. En su mano sostiene un pañuelo blanco retorcido. La tela que cuelga indica un objeto ovalado de color carne oculto detrás del corte del lienzo.
Sólo vemos su borde redondeado. Quizás esto es típico de las imágenes de Dalí de una extremidad o nalga alargada surrealista, equipada con uno o más accesorios. O la forma arquitectónica de la forma redondeada.
La composición de la imagen y el juego del claroscuro obligan a la imaginación del espectador a correr hacia el borde derecho del lienzo, terminando las opciones posibles.
El artista lanza cebo, ofreciendo al público un enigma sin respuesta. Las condiciones del problema son claramente incompletas. Hay muy poca certeza en la imagen para justificar un título tan extraño. Pero hacer la pregunta “¿qué quería decir el autor?”, Lo más probable es que sea un error.
Dali, siguiendo su sarcástico estilo de diálogo con el público, no dijo nada: solo ofrece un juego de charadas.
Y al final del juego puede resultar que el sombrero del mago esté vacío, tampoco haya nada detrás del corte de la foto, y el maestro, riéndose, admite que hizo trampa.