El cuadro “Y abrimos las puertas”. Aquí Nicholas Roerich aborda el tema de la “apertura espiritual”, al que llamó San Sergio de Radonezh.
Vemos a un monje que abre la puerta arqueada, detrás de la cual se encuentra el camino que conduce al antiguo monasterio ruso. A través de puertas abiertas se pueden ver colinas onduladas, un río serpenteante, un paisaje tan característico de la naturaleza del norte de Rusia. En una de las colinas hay una capilla. “Nadie ni nada puede privar a una persona de luchar por un futuro más brillante, por las puertas abiertas de la Luz”, escribió el artista.
Las puertas dividen la imagen en dos planos compositivos y semánticos. Al delinear la línea entre el mundo terrenal y lo divino, el artista permite al espectador sentir el momento mismo de paso a través de las “puertas santas” en el mundo del espíritu. Durante muchos siglos, San Sergio de Radonezh se ha asociado con conceptos como “luz” y “luz”.
La imagen nos recuerda la necesidad de estar abiertos a otro mundo. Las paredes del monasterio están pintadas con luz crepuscular al atardecer. Vemos destellos de luz que emergen de las profundidades del espacio del monasterio, que se vuelven más brillantes a medida que nos acercamos al espectador. Estas pequeñas luces de luz son la llama de las velas encendidas en manos de los monjes.
Pero esto es solo una capa externa de comprensión de la imagen.
El significado profundo está en el camino de sacrificio de los monjes, quienes abandonaron la vida tranquila de los monasterios y abandonaron este mundo sombrío, para traerle la luz del conocimiento en un servicio desinteresado. Velas en sus manos simbolizan esta luz. Todo el mundo sabe que en Rusia, San Sergio de Radonezh durante muchos siglos se ha asociado con conceptos como “luz” y “antorcha”.