Chagall a menudo se vio obligado a responder a la pregunta de por qué el violinista que baila en el techo a menudo se encuentra en su imagen, mientras que el pintor afirmó con calma que esto no era de ninguna manera una alegoría, sino una realidad. Como, tenía un tío que, cuando comía compota, se subía al techo para que nadie pudiera molestarlo. Sin embargo, hablando en serio, el violinista en la obra de Chagall es un leitmotiv constante y permanente.
Los críticos tienden a recordar los orígenes judíos del autor: un violinista músico en la cultura tradicional acompaña todas las etapas de la vida de una familia judía, aunque otros interpretan a un violinista verde de manera más efímera, como un símbolo del renacimiento humano a través del arte. De todos modos, el trabajo presentado es uno de los más significativos, especialmente en composición: es una polifonía compleja, donde diferentes planos, imágenes y diagramas se funden en uno. El personaje principal se distingue no solo por su tamaño, sino también por la combinación de colores: una cara verde, cabello y barba azul oscuro, un violín rojo-amarillo brillante en sus manos.
Dos jóvenes lo miran hechizados.
El músico colorido, que ha comenzado a bailar, distrae al espectador del fondo, y allí, mientras tanto, también se desarrollan cosas asombrosas: Chagall presentó todos los cambios del año, desde el verano verde hasta el invierno nevado. Todo en este trabajo es digno del epíteto “demasiado”: colores demasiado saturados, trama demasiado inusual, carácter demasiado colorido, pero esta es la principal fortaleza de la imagen, su dinámica y su poderosa energía.