Esta obra a gran escala exigió a Chagall más de 10 años. El lugar principal fue tomado por 11 canciones sobre los temas del Antiguo Testamento:
– la creación del hombre
– la creación de Eva,
– otoño
– exilio del paraíso,
– el sacrificio de Abraham,
– el sueño de jacob,
– La batalla de Jacob con el ángel.
– Moisés recibiendo las tabletas.
– arbusto ardiente,
– David y Betsabé,
– El profeta Jeremías.
Al igual que las vidrieras de la sinagoga de Jerusalén, encarnan con particular fuerza la experiencia de una realidad diferente, transmitiendo algo inexpresable. Al igual que en la pintura de Chagall, el espacio en los vitrales, creados por transiciones de tonos y particiones de plomo, parece ser multifacético y surrealista. A través de las ventanas de la catedral, aparece como si entrara toda la luz del mundo exterior circundante.
Las vidrieras construyen un segundo templo de color y luz dentro de la catedral.
Mientras trabajaba en las vidrieras, Chagall llevó a cabo un cartón del tamaño de un cartón con gouache y acuarelas, que indicaba los contornos de las particiones de plomo y el color de las gafas. Por orden del artista, se fabricaron placas de vidrio especiales y se les aplicó una fina capa de pintura transparente del tono deseado. Después de la instalación de las gafas, comenzó la última etapa de trabajo más importante.
Con la ayuda del ácido, Chagall se comprometió a remover parte de la capa de pintura, asegurando que se aclarara u oscureciera el color, rayando la imagen, colocando trazos y puntos, y los contornos necesarios. Esencialmente, fue trabajar con la luz. El artista evocó las vidrieras, involucrando a todos sus asistentes en el proceso creativo.
Según las memorias, “sintió en él la conciencia del poder superior que lo había elegido, en el que estaban involucradas las personas que trabajaban con él”.