Mark había vivido en París durante dos años, pero todavía estaba atraído y preocupado por los recuerdos de imágenes de su infancia y conectado con su tierra natal. Así, por ejemplo, la obra “El vendedor de ganado” está llena de metáforas de la vida pseudo-próspera de Rusia. En el lienzo se representa a una yegua con un potro nonato en el vientre, llevando un carrito.
En el carro hay una vaca y el dueño mismo se sienta, y detrás de él sigue a su esposa con un cordero sobre sus hombros. Una persona que lleva un cordero en sus hombros es una imagen tradicional de los primeros cristianos, que se remonta al buen pastor: Cristo. Los héroes avanzan, pero al mismo tiempo miran hacia atrás intensamente, como tratando de distinguir su vida pasada.
Toda esta composición monótona se equilibra alternando verticales y horizontales. Se diferencia de las obras anteriores en los apéndices festivos de color naranja brillante, amarillo verdoso y rojo por el intenso contraste del fondo condicional oscuro y los colores púrpura-blanquecinos con los que el autor interpreta las imágenes de los personajes, uniéndolos así en un todo. El color de la imagen nos convence de que la vida próspera de los rusos de esa época era solo una apariencia.
Solo parece que en el pasado alguien estaba feliz.