Las olas verdes están formando espuma, rodando en una costa alta y rocosa, y un barco está golpeando las olas como un pájaro herido, tratando de alejarse de las rocas terribles, evitar la muerte, pero no lo suficientemente fuerte… trapos
Los marineros se salvan en el barco: todos miran el barco con angustia, él era su casa y su amigo, pero ya se estaba hundiendo y no podía salvarse. Un hombre solitario se para en las rocas al borde del oleaje, tal vez un marinero, que corrió antes que los demás hacia las olas y emergió, tal vez algún tipo de espectador, que escuchó el terrible sonido de un árbol golpeando las rocas.
La vieja torre contempla ociosamente el drama que se desarrolla a sus pies. En la distancia, en una colina, la ciudad brilla con una blancura radiante: altas torres, agujas de catedrales, casas acogedoras. Y el sol se levanta sobre el mar, inundando todo a su alrededor con rayos dorados, lo que da esperanza de que la tormenta terminará. e incluso aquí, en las rocas, el mar estará más tranquilo.
La imagen crea un ambiente muy dramático, pero también es muy brillante; parece casi cínico, pero el mundo es exactamente así: no todos los barcos se están ahogando en una tormenta, no todas las personas atrapadas en una tormenta mueren. Y al mar no le importa cuando arroja un frágil barco a las rocas, en la madrugada del verano o en la noche de otoño.
El mar es indiferente, porque tal es su naturaleza. Infinitamente sabio, desapegado y cambiante, agudiza la orilla, porque “Una gota cae una piedra”. Algún día, en el Bósforo, otro mar salpicará: majestuoso, tranquilo, sin límites, igual que a principios de siglo.