En la pintura de Rubens, se combinaron la expresión, el drama y la plenitud de la vida que golpea el borde. Estas características del arte barroco se reflejaron en su imagen “Susana y los ancianos” en una trama del Libro de Daniel el Profeta. En uno de sus capítulos de la traducción griega del Antiguo Testamento, se describe cómo dos ancianos vieron a una mujer piadosa mientras se bañaban y, amenazando con la acusación de adulterio, comenzaron a buscar su amor.
Susanna no sucumbió a la persuasión y, supuestamente por haber pecado con un joven, fue condenada a muerte, pero el profeta Daniel demostró su inocencia. Rubens no ha abordado esta historia ni una sola vez, aprovechando las oportunidades que ofrece, es decir, retratar a una mujer desnuda, que fue uno de los temas principales en el arte del maestro, y transmitir la sensualidad que llenó la escena del baño de Susanna.
La joven belleza, cuyo cuerpo tierno gracias a la pintura trémula y reluciente brilla, hablando desde la penumbra, echó la cabeza hacia atrás y mira a los ancianos con horror. El contraste de la vejez lujuriosa y la juventud floreciente aportan un matiz dramático a la imagen. Pero el autor le hace sentir la victoria de la castidad sobre los instintos básicos: su pureza interior se expresa a través de su belleza física, que percibió como algo sublime.