En París, Van Gogh es elegido para la búsqueda de nuevas técnicas, ideas y enfoques que le permitan transmitir verdaderamente su visión del mundo y su actitud hacia la naturaleza.
El impresionismo se acercó a él, porque le permitía expresar más los sentimientos humanos. En ese momento se trataba de un arte nuevo, que rechazaba audazmente todo lo que era la base de la pintura durante varios siglos, pero que daba espacio para la autoexpresión, que antes se limitaba a una multitud de marcos.
Los lienzos impresionistas parisinos de Van Gogh son notables por su gran vivacidad y brillo. Trató de mostrar no tanto visible como su interminable admiración por él. En esta imagen, el artista representó un pequeño rincón del bosque.
La luz brillante del sol hace que el follaje denso sea ligero y transparente, y, tendido en el suelo, lo colorea con un arco iris de sombras.
La imagen mostraba claramente el regalo colorista del artista, que logró combinar muchos colores contrastantes en un todo y llevarlos a la armonía. Las áreas de sombra del follaje están escritas en varios tonos de ocre y verde, a través de ellas aparecen los colores azules del cielo y los planos distantes. El juego de luces en el camino se muestra mediante una combinación de los matices de color más finos que crean el efecto de un parpadeo colorido único.