San Sebastián – Sandro Botticelli

San Sebastián   Sandro Botticelli

Órdenes de botticelli recibidas principalmente en Florencia. Una de las más notables de sus pinturas “San Sebastián” está hecha para la iglesia más antigua de la ciudad de Santa Maria Maggiore. El 20 de enero de 1474 con motivo de la fiesta de San Sebastián Maggiore, el cuadro fue colocado solemnemente en una de las columnas de la iglesia de Santa María.

Esta es la primera obra religiosa documentada del artista, ahora firmemente establecida en el panorama artístico de Florencia.

La pintura muestra al mártir 3 en. n er Sevastyan, comandante de los pretorianos de una familia noble, que creía en Cristo. El emperador Diocleciano lo condenó a ejecución. El joven estaba atado a una columna en el Coliseo, y un escuadrón de legionarios le disparó mil flechas. Sevastyana dejó morir.

La madre de un cristiano ejecutado lo dejó, ella lo instó a huir de Roma.

Pero Sevastyan declaró abiertamente su fe: en los escalones del palacio imperial habló en defensa de los cristianos condenados. Diocleciano ordenó nuevamente la ejecución de Sebastián. Los hermanos por fe encontraron su cuerpo y lo enterraron en las catacumbas cerca de las tumbas de San Pedro y San Pablo.

Sebastián fue canonizado por la iglesia católica. En el siglo V se construyó un templo sobre su tumba. En el pasado, San Sebastián fue llamado para ayudar a los enfermos con la plaga, se le considera el patrón de los soldados, arqueros y alfareros.

Por lo general, este santo era representado como un hombre joven atado a un poste y perforado con flechas. La interpretación de Botticelli del Santo se aligera, las proporciones de su hermoso cuerpo son alargadas. La figura de Sebastian, su postura e incluso el tronco del árbol al que está unido, repite casi exactamente la imagen de Pollayolo; pero Pollaiolo Sebastián está rodeado de guerreros, le disparan, y está sufriendo: le tiemblan las piernas, tiene la espalda arqueada convulsivamente, su rostro está levantado hacia el cielo.

La figura del héroe de Botticelli expresa una completa indiferencia hacia el entorno, e incluso la posición de sus manos atadas a la espalda se percibe más bien como un gesto que expresa una meditación profunda; la misma meditación está escrita en su rostro, con las cejas ligeramente levantadas, como en una lúgubre sorpresa. El artista no exalta al héroe traspasado por flechas, sino como si se aflija por la belleza arruinada.

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