Desde la antigüedad, San Nicolás, el trabajador de las maravillas, fue uno de los santos más venerados en Rusia, patrocinando a los viajeros, la gente de mar y los niños.
Un desconocido maestro ruso pintó a San Nicolás con vestimenta episcopal, con un omoforión blanco y cruces negras. El rico color de fondo rojo indica que el icono se creó en Novgorod, la escuela iconográfica del norte.
Con su mano izquierda, el santo apoya las Sagradas Escrituras, la mano derecha está congelada en un gesto de bendición. El rostro del santo es un ejemplo de fortaleza espiritual y castidad cristiana. De particular importancia son los ojos bien abiertos, a través de ellos el pintor de iconos muestra la santidad de la imagen, su luminosidad.
Tal énfasis en los ojos crea el efecto de que no es el espectador quien mira el ícono, sino viceversa.