En un paisaje frío con la silueta de una ciudad en llamas en la distancia. San Miguel acaba de presionar al diablo contra el suelo y está a punto de matarlo con un golpe de espada. Los monstruos que se arrastran por todos lados recuerdan a los creados por Hieronymus Bosch, mientras que las figuras en el centro recuerdan a las de la Divina Comedia del Infierno de Dante.
A la izquierda están los hipócritas con abrigos de plomo, condenados a seguir su camino doloroso, mientras que a la derecha hay ladrones, torturados por serpientes. Las referencias a pinturas flamencas sugieren el ambiente de Urbino, donde las influencias del norte eran todavía muy vivas. La imaginación de Rafael, que está especialmente desarrollada en los detalles de San Miguel, está más equilibrada en la figura del Arcángel, el centro de toda la composición.
Este sentido de equilibrio y autocontrol se desarrolla aún más en los otros dos paneles, donde el paisaje, todavía de origen de Umbría, enfatiza la calma de las figuras, a pesar del carácter dramático del sujeto. Estos pequeños paneles son indicativos del momento en que el pintor recoge los frutos estilísticos de lo que ha asimilado hasta el momento y, al mismo tiempo, describe los problemas ilustrados que se desarrollarán en el futuro.