La pintura “San Jorge y el Dragón”, una de las obras más impactantes de Rubens, que encarna una historia religiosa. El lienzo fue escrito cuando el artista cumplió 29 años. Hay dos tradiciones estables de la imagen de San Jorge: la oriental y la occidental.
Los cánones orientales proporcionan una percepción más espiritual de la trama: el joven, por regla general, delgado, joven, bezborod, sin ningún esfuerzo perfora con una delgada lanza de un enemigo representado esquemáticamente.
Tal interpretación es solo un recordatorio visual de la famosa trama bíblica. El lienzo presentado es un ejemplo vívido de las tradiciones occidentales: una trama realista, en realidad héroes tangibles, emociones vivas y dinámicas únicas. Rubens “revivió” San Jorge.
El espectador ve a un hombre musculoso en un poderoso caballo que se alza, que levantó su mano para matar a la serpiente dragón. Como siempre, el pintor llenó su cuadro de drama, en el que vio el mayor poder capaz de influir en los sentimientos religiosos de las personas.
Casi todo el espacio de la imagen está ocupado por un jinete con una armadura pesada y un caballo. La cara valiente de Georgy, su gesto confiado son los elogios de Rubens a la imagen de un hombre ideal, protector, héroe. Al mismo tiempo, el caballo no es de ninguna manera inferior al héroe, ambos son la rapidez, la fuerza, el impulso. Brillantes colores saturados, contrastes de oscuridad y luz dan energía al trabajo, que es inherente a todas sus pinturas con una trama dinámica.
Su apasionado admirador Eugene Delacroix comentó una vez que si comparas las obras de Rubens y Veronese o Tiziano, este último parecerá “terriblemente manso”.