Esta famosa obra se conoce oficialmente como “Retrato de un hombre”, pero generalmente se conoce como “Un hombre en un turbante rojo”. La obra es una de las varias pinturas de panel conservadas de uno de los artistas y pioneros más famosos del Renacimiento holandés: Jan Van Eyck. Presumiblemente, un autorretrato, antes de la compra de la Galería Nacional en 1851, estaba ubicado en el conde de Arundel, Thomas Howard.
Junto con las obras maestras de Chet Arnolfini y Madonna Chancellor Rolen, esta obra es un maravilloso ejemplo de un renacimiento del norte del siglo XV.
Por primera vez, la opinión de que un hombre en un turbante rojo es el autor de la imagen apareció en 1655 y causó mucha controversia. Vale la pena señalar que existe la hipótesis de que el reflejo de Van Eyck corresponde a un espejo en el retrato de Arnolfini y en la obra “Madonna van der Pale”. Por el momento no hay consenso sobre si este trabajo es un autorretrato o no.
El cambio de enfoque entre los ojos sugiere que Van Eyck usó el espejo para crear este retrato. El ojo derecho está ligeramente borroso en los bordes, mientras que el contorno del ojo izquierdo es rosario. Un efecto similar podría resultar del uso de una superficie reflectante durante la creación.
La técnica Van Eyck ha influido en muchos géneros, inspirando a muchos seguidores. Su meticulosa imagen de capas de pintura finas y casi transparentes ayudó a crear efectos ópticos complejos que hacen que este retrato sea tan realista.
Se presta especial atención al efecto del doble teñido de las cerdas, así como a los capilares más delgados en la superficie blanca del ojo izquierdo.
El uso de la luz y la sombra por parte de Van Eyck es magistral, y su trabajo con el color anticipó la técnica de muchos maestros renacentistas famosos, incluido Leonardo da Vinci. Las ideas y técnicas conceptuales lo distinguieron del fondo de los artistas contemporáneos italianos, desplazando las formas estilizadas del arte gótico.