En El retrato de un anciano con un nieto, cuyas identidades permanecieron desconocidas, Domenico Ghirlandaio, pintor del Renacimiento temprano, representante de la escuela florentina, buscó una representación realista y veraz de sus modelos. La imagen de un niño pequeño con rizos dorados fuera de debajo de la gorra roja, aferrándose a su abuelo con la esperanza de encontrar protección o la respuesta a alguna pregunta atormentadora es conmovedora.
El artista no halagó al viejo hombre-abuelo. Él retrató su cara fea sin adornos, pero su mirada se volvió hacia el niño, lleno de amor y ternura, le da su apariencia de alma. En la ventana abierta se puede ver el “paisaje perfecto”, característico de la pintura del Renacimiento: el valle con el lazo del río, las colinas y los acantilados que se alzan en la distancia. Las relaciones de los héroes son tan hermosas y armoniosas como la naturaleza es hermosa y pacífica. “Retrato de un anciano con un nieto” ingresó al Louvre en 1886.