Tropinin fue el primero de los artistas rusos que comenzaron un minucioso estudio del mundo de la infancia. Creó toda una galería de imágenes infantiles. Esto no es sorprendente: el artista, que cultivaba la “naturaleza” en su obra, no podía pasar por la inmediatez y la pureza infantil, a cambio de lo cual los sentimentalistas vieron la posibilidad de salvar a la sociedad que estaba sumida en la adultez estéril.
La visión de un niño de las cosas, no distorsionada por el deseo de un “dispositivo” injusto de sus propias vidas, les parecía una especie de norma. En general, toda la filosofía de la Ilustración se basa en la idea de “volver” a la naturaleza, “lo infantil”, la naturalidad.
Esta posición estaba cerca de Tropinin, por eso sus numerosos retratos de niños son tan penetrantes y tiernos. Él escribió niños con animales, juguetes; por cierto, este es el mismo Príncipe Obolensky, quien más tarde descubrió el “Retrato de Pushkin” de Tropininsky perdido en la estación de cambio, con instrumentos musicales).