Al mirar el retrato, es difícil suponer que Paul Cézanne tuvo una relación difícil con su padre y que se encontraba en una humillante dependencia de él. Incluso a los amigos del artista no les gustaba Louis-Auguste y lo consideraban malvado, codicioso y grosero.
Sin embargo, la imagen no siente una actitud negativa en absoluto: el hombre representado para su edad parece bastante joven y agradable.
Louis-Auguste Cézanne era una persona decidida y segura de sí misma. Estudió confección de sombreros en París y, después de regresar a su nativa Eske, invirtió con éxito sus ahorros en el comercio de sombreros. Las cosas fueron tan bien que después de un tiempo logró abrir su propio banco y convertirse en el usurero más próspero de la ciudad.
La firmeza y la firme voluntad del padre del artista se sienten bien en el retrato.