El formato alargado de la pintura y la oscuridad condensada como fondo dan a la condesa una fragilidad especial, subrayada por un vestido luminoso y aireado de color gris grisáceo claro con venas rosadas y un peinado en el que el viento parecía estar al acecho. En toda la apariencia de la niña, aunque sea de un tipo real, hay una sensación de tristeza en los ojos marrones y en las manos cruzadas, que Marie-Terese trata de apretar a propósito.
La condesa no era el mejor momento de su vida en ese momento: su esposo, el todopoderoso primer ministro del gobierno español, don Manuel Godoy, tenía un carácter imperioso; además, este hombre era el amante de la reina. Goya ya estaba dibujando a la condesa, y ahora, conociendo bien a esta joven y tratándola con simpatía, notó su dolor profundamente oculto. El retrato, concebido por la puerta principal, muestra al espectador una persona alegre y encantadora.
También conectado con esta imagen es otro hecho curioso. Después de que el Museo del Prado compró las pinturas a manos de un coleccionista privado por 24 millones de euros, resultó que se pintó un retrato del marqués de Vilafranca sobre este retrato, y un retrato del esposo de la condesa Manuel Godoy se pintó sobre él. Se logró instalar con los últimos equipos.