Todas las obras de Jan van Eyck después de 1436 llevan el eco del patetismo de la objetividad, que en una forma tan aguda apareció en el cuadro “La Virgen del canon van der Palais”.Pero el valor intrínseco de la imagen se combina con una interpretación prosaica. Los rostros representados por el artista se hacen más específicos, más característicos.
El retrato de Jan de Leeuw, a pesar del tamaño muy pequeño, parece monumental: hasta tal punto, el modelo enfatiza la minuciosidad de la apariencia y la dureza directa del mundo interior. Jan de Leeuw no mira al mundo, sino a nosotros. Junto a él, Timothy y un hombre en un turbante parecen distantes e inaccesibles al contacto en vivo.
El aumento de la concreción y la realidad de la imagen de una persona en las obras posteriores de Jan van Eyck procede de manera inusualmente rápida y se manifiesta de diferentes maneras.
En la inacabada “Santa Bárbara” se nota en la interpretación del segundo y tercer planos, donde se describe en detalle la construcción del templo, y las colinas distantes reciben una solución clara y ordenada. En el cuadro “Madonna at the Fountain” se ve en el deseo de neutralizar la actividad de la perspectiva construyendo el fondo y enfocándose en la imagen de una persona. La decisión pintoresca enfatiza no tanto la belleza del universo como la riqueza decorativa de la imagen.
El color adquiere fuerza, riqueza, un poder de sonido sin precedentes, pero detrás de él ya no sentimos la admiración anterior, conmovedora y tímida del artista Jan van Eyck.