La composición de la imagen es extremadamente clara. Sobre un fondo ocre simple, una silueta oscura y un cabello de hombre joven se destacan con una silueta clara. La tez es ligeramente más clara que el fondo.
El artista utiliza la luz y la sombra muy moderadamente como herramienta de modelado. Rechaza con fuerza las sombras profundas, que son más capaces de transmitir un sentido físico. La luz en su retrato está dispersa y no crea sombras tan duras.
El retrato, que entró en la colección del Louvre en 1888, se refiere a las obras del joven Botticelli, cuando su tarea principal era encontrar la encarnación de la belleza eterna.