Ekaterina Vasilievna Engelgardt, sobrina del Príncipe Potemkin, se casó en 1782 con el Conde Pavel Martynovich Skavronsky, nieto de la emperatriz Catherine I. Desde el exterior, era un joven extremadamente elegante y elegante, educado en todas las reglas de la etiqueta de la corte. Pero, sin embargo, no logró hacerse cargo de la carrera, gracias a una pasión incontenible por la música, que finalmente lo convirtió en un excéntrico extraordinario.
Dedicó todo su tiempo al canto y la composición, aunque tampoco pudo lograrlo. Decepcionado por la indiferencia de los compatriotas por su talento y al descubrir que no lo entendían en casa, decidió abandonar Rusia y se fue a Italia, el país clásico de la melodía y la música. suena Pero incluso allí, Skavronsky era considerado un excéntrico y sin indulgencia miraba su capricho musical. Complaciéndose cada vez más con la pasión musical, Skavronsky llegó al punto de que los sirvientes no se atrevían a hablarle, excepto como un recitativo. El lacayo visitante italiano, que se había preparado de acuerdo con las notas escritas por su maestro, con un agradable barítono, informó al gráfico que el carruaje había sido archivado.
Después de cinco años de excentricidad en Italia, Skavronsky regresó en 1781 a Petersburgo.
Después de casarse, él superó su pasión por la música y la cambió por una carrera diplomática. En 1785 fue nombrado enviado ruso en Nápoles… Por supuesto, al casarse con la sobrina de uno de los más altos dignatarios del imperio, el conde Skavronsky no podía permitirse “convertirla a su fe”, lo que lo obligó a hablarle con un recitativo.
Además, cuando en 1785 el conde fue asignado a Nápoles, tuvo que ir solo. Su esposa se negó a abandonar Petersburgo. Solo cinco años después, finalmente se dignó a venir a la capital del reino napolitano. Hasta ese momento, nada impedía al Conde Skavronsky caer en su “diversión” musical.
En 1792, Pavel Martynovich murió. De su matrimonio con Ekaterina Vasilyevna Engelhardt, tuvo dos hijas: Ekaterina y María. En cuanto a su viuda,
Al regresar a Petersburgo en 1793, se volvió a casar, esta vez para el conde italiano Yu. P. Litt. Su matrimonio fue feliz, pero el nuevo cónyuge tampoco fue privado de rasgos excéntricos. En primer lugar, poseía un sorprendente poder de bajos, y esta voz atronadora, que recibió el nombre público de “la pipa del arcángel en la segunda venida”, cubrió no solo todas las otras voces, sino también el sonido de la orquesta.
Y en segundo lugar, el conde Litta era apasionado por el helado, que absorbía en grandes cantidades dondequiera que iba.