El mundo de la tropinina se distingue por un magnetismo peculiar, fascinado por el calor y la comodidad. No la suelta. ¿Cuál es el problema? No solo por las técnicas y estabilidad del “contenido”.
Pero también en la “estructura” del alma del autor.
En sus autorretratos, el maestro parece bastante “civilizado”, y sin embargo, su vida privada llevaba la huella notable de su origen. El famoso artista P. P. Sokolov recordó cómo una pareja de Tropinins muy anciana había encontrado una ocupación extraña: estaban sentados cerca de una cuenca de cobre donde las cucarachas pululaban y vertían cereales sobre ellos.
La tropinina, no avergonzada en lo más mínimo, explicó que “la cucaracha es un insecto pacífico, inofensivo, y donde se encuentra, la felicidad se asienta allí”. Todos los que se encontraron con el artista, siempre notaron su estado de ánimo, complacencia y luz que siempre venían de él. Ayudó mucho a los pintores jóvenes, y nunca tomó dinero por las lecciones que le habían enseñado.
Miró al mundo con ojos brillantes. Fue alma generosa. Y esta luz, refractada en sus pinturas, captura a cada persona que las encuentra.