A Valentin Serov le encantaba pintar retratos, sin encontrar nada aburrido o monótono en ellos. Entre los más famosos retratados se encuentran la familia real y su enfoque más cercano. Le encantaba representar y sus mejores amigos, sus hijos y esposas.
En el lienzo presentado, Sofía Mijailovna, la esposa del coleccionista y comerciante Peter Botkin, la cuñada del famoso médico.
La pintura pertenece al género del retrato del desfile, sin embargo, tiene una serie de características individuales que van en contra de las características tradicionales de este género: fondo vacío, contraste, asimetría en la construcción compositiva, imagen no fotográfica de una niña, pero psicológica.
Serov reflexionó sobre cada detalle: la falta de un fondo enfoca aún más la atención sobre la figura, el sofá “pesado” con cortinas doradas sirve como contraste con la figura ligera y elegante de una niña con una postura orgullosa, una cara claramente definida, que es tranquila y algo pensativa. El fondo oscuro y la ropa brillante crean una sensación de soledad y vulnerabilidad. Este triste sentimiento se ve agravado por un perro pequeño, que no es presionado de manera inmediata y perceptible en el campamento de su anfitriona.
No es difícil adivinar cómo el propio maestro trató a su modelo. Los críticos de arte han notado durante mucho tiempo que solo esas imágenes femeninas de Serov resultan ser hermosas, nobles, bonitas y suaves, lo que atrae a Serov. Y mirando el retrato de una joven hermosa, pero triste, podemos decir con confianza que, sin duda, a la artista le gustó.