En el cuadro “Regreso de la ciudad”, A. I. Korzukhin describe un momento muy conmovedor. Una pequeña habitación de una familia campesina pobre aparece ante el espectador. En primer plano una vieja mesa de madera.
Detrás de él, se sienta un hombre en un taburete bajo con barba.
Lleva un cálido abrigo de piel de oveja de invierno y botas con pelo. En una mano sostiene un hilo con panecillos, y el otro va a usar el mismo “collar” de su hija mediana. Ella está parada en una camisa, descalza en el suelo de madera y está fascinada por los ojos de su padre.
Parece que le está diciendo algo, y tiene unos ojos muy amables. Junto a su hermana está la hija mayor de un vestido de verano, y sostiene una cinta azul en sus manos. Ella tiene un cabello brillante que fluye, a diferencia de su hermana, que tiene el cabello castaño claro.
En el piso polvoriento, medio sentando a su hermanito con una camiseta blanca. Junto a él hay un pañal. Arriba de las tablas y tela blanca que cuelga de la cuna casera para el hijito. En la esquina hay un lugar cerrado por cortinas donde duermen los padres y los niños mayores. Hay colchones gruesos y almohadas.
La abuela, colocando el samovar en el suelo y doblándose sobre él, vierte agua de un pequeño barril en él. Lleva una sencilla camisa blanca, falda y delantal. La cabeza está cubierta con un pañuelo oscuro.
En la entrada se pueden ver contornos de la figura de alguien Pero debido al crepúsculo que prevalece en el corredor, es difícil distinguir a un hombre o una mujer.
Hay techos bajos en la habitación, desorden y polvo por todas partes. Pero lo principal que el autor quería mostrar es que todos los miembros de la familia viven amigablemente, incluso sin tener una gran riqueza.