Raoul Dufy nació en una familia de pequeños burgueses y nunca mostró un deseo de “escalar” más alto en la escala social, incluso cuando se convirtió en un artista reconocido. Pero al mismo tiempo, demostró constantemente su admiración por los poderosos de este mundo.
Después de que el artista se mudó al sur de Francia en sus pinturas, comenzaron a aparecer más y más representantes de la alta sociedad. Podemos recordar obras tan hermosas de Dufy, como “Una escena en un barco”, 1932 o “Recepción”. Una de las escenas favoritas del artista fueron las carreras de caballos.
Este amor le vino después de que Bianchini, el dueño de la fábrica de tejidos donde trabajaba Dufy, lo envió a Duville.
En Duville, Dufy tuvo que observar lo que llevaban los visitantes de las carreras de caballos. Pero las razas en sí fascinaron al artista mucho más que los baños de la sociedad. Abrió un mundo nuevo, extraordinario y emocionante.
Más tarde, Dufy estudió con interés a la gente que paseaba por los terraplenes, le encantaba asistir a regatas de vela, casinos, salas de conciertos, circos, teatros, corridas de toros y recepciones.
En una palabra, se sentía atraído por el hecho de poder conocer gente bien vestida y alegre. Se necesitaba la alegría de Dufy, su trabajo fue alimentado por ello. Las críticas, sin embargo, creían que las “imágenes de la vida de la alta sociedad” Dufy son ligeras y no representan un valor artístico especial.