Peces rojos – Henri Matisse

Peces rojos   Henri Matisse

La pintura “Peces rojos” se encuentra en la unión de dos movimientos estilísticos: el impresionismo y el fauvismo. Además, si alineamos el lienzo con el primero, entonces es más bien un impresionismo gogoniano, y si “Rybka” se atribuye a la segunda corriente, entonces este trabajo es solo el precursor del principal movimiento artístico, cuyo representante más brillante fue Henri Matisse.

El centro compositivo culminante, exactamente igual al ligero, es el pez, organizado en un movimiento circular. Cuatro peces lindos, cuyo reflejo vemos desde la parte superior de la superficie de agua clara, contrastan con los verdes, y en el exceso que rodea el acuario, el autor lo colocó en una pequeña mesa redonda que refleja el ciclo del pez.

El uso de colores puros y brillantes, el rechazo de los medios tonos y el claroscuro crean la ilusión de una mirada pura: solo un niño puede mirar el mundo de manera directa y con alegría. La pintura se niega a decir nada, pero solo a evocar emociones brillantes, y se las arregla bien con esta tarea.

Una imagen brillante casi realista se distingue por una actitud no estándar hacia la perspectiva: el espectador ve un acuario con asombrosos peces en el lateral, mientras que la tabla se muestra desde arriba, y este es un círculo casi perfecto. Sin embargo, Matisse equilibra esta irracionalidad por el hecho de que la pata delgada de la mesa nos presenta desde un lado, logrando así la armonía y la armonía de la composición general.

Los simbolistas verían en este trabajo un leitmotiv constante: esto es un círculo. Una mesa redonda, una base redonda del acuario, hojas redondas de la mayor parte de la vegetación alrededor, ojos redondos de peces e incluso sus bocas redondas, y todo esto está enmarcado por una cerca redonda del parque con patrones ovalados lisos y muy alargados. Y además, ¡los peces nadan en círculo!

Lo que el autor quiso decir con esto es difícil de decir, sin embargo, todo el trabajo resultó ser una especie de puro, brillante, increíblemente agradable y armonioso. Esta es una simplicidad y transparencia encantadoras, de las que es imposible mirar hacia otro lado.

Hoy, uno puede maravillarse con este incomparable trabajo en Moscú en el Museo Pushkin, gracias al primer y único propietario privado, el filántropo S. I. Shchukin, con quien Matisse tuvo una cálida amistad. En 1912, Shchukin compró el “Pescado” al autor y lo llevó a Rusia.

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