Noche estrellada – Edvard Munch

Noche estrellada   Edvard Munch

Las estrellas siempre han atraído a Munch, sirvieron como un objeto misterioso de su adoración creativa. Escribió varias pinturas unidas por un tema común. Una de ellas es “Noche estrellada”.

Más precisamente, no uno, varios de ellos. Munch tenía una característica: escribir sus lienzos en diferentes variaciones. Sucedió con esta foto.

La “noche estrellada” de 1922 fue capturada en una noche de invierno iluminada por la luna. Esta visión era familiar para el artista, ya que es el cielo desde la ventana de su casa. Pero esto no disminuyó el amor de Munch por el misterioso cielo estrellado.

Esto se expresa en la forma en que el autor prescribe los detalles de su creación: las derivas bajo sus pies están marcadas sin cuidado, sin mucho cuidado, pero el cielo con estrellas centelleantes captura el ojo por completo.

Al mismo tiempo, Munch no busca la soledad. Llena la imagen con la luz que proviene de las ventanas de casas distantes, lo que agrega algo de calidez a la trama. Se mezcla con la luz de la luna, y esta fusión es la base de lo fantasmal y lo misterioso.

El color azul que prevalece y las explosiones de color verde brillante en el cielo nocturno agregan vitalidad y apertura emocional al trabajo.

Uno siente que el artista no luchó por el brillo de las experiencias, prescribiendo el mundo a su alrededor en la imagen. Desde su aliento más bien tranquilo y sincero, te hace pensar profundamente en lo extraño de la vida. A pesar de la aparente simplicidad y el estilo de escritura infantil, el verdadero conocedor entiende que la imagen fue hecha de la mano de un maestro, profesional y genio.

Toda su vida, Munch, a partir de las palabras de sus contemporáneos, perteneció solo al arte. No tuvo una vida personal. Además, después de una serie de fracasos, Munch superó una psicosis depresiva, de la que fue tratado durante un largo tiempo en un hospital especializado. El talento de Munch ciertamente lo admitió, a pesar del estado mental.

El artista murió en su propia silla con un volumen de Dostoievski en sus manos.

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