Cualquiera que lea y ame a Chekhov, la imagen de su hermano, Nikolai Pavlovich, parecerá especialmente curioso. Después de todo, hasta ahora, el héroe familiar, que compartía sus pensamientos no solo con su abuelo, cuando escribía una carta, sino con todos sus lectores, era una forma que solo atraía la imaginación. Ahora Vanka Zhukov cobró vida, adquirió características reales. Su rostro caracteriza perfectamente la imagen, se hace más claro lo que escribió en la carta, ya no parece quejas simples sobre su vida.
Vi a través del retrato los verdaderos sentimientos y la vida de un niño. Y tal modelado de personajes me inspiró.
Armonizando armoniosamente con el héroe literario, la imagen de Vanya aparece ante el espectador como todavía muy pequeña, en el caso en que fue enviado a la ciudad. Un niño de diez años, aprendiendo a ser zapatero, aprendió el mundo desde adentro hacia afuera. Vio todas las penurias, palizas y amenazas. Tal vez su maestro, también, cuando era pequeño, vivía en las mismas condiciones que nuestro bebé, y numerosos golpes le ganaban toda bondad y misericordia. Y ahora, él mismo no se arrepiente de nadie, y no ve motivo para quejas.
No entiende que no todos pueden soportar la misma actitud. Tan pequeño Ivan no podía soportarlo, pero le rogó a su abuelo que lo sacara de aquí.
La imagen del niño el artista describe cuidadosamente los pinceles. No se olvida de la gran gorra, como si insinuara que este sombrero, que fue sacado por la fuerza, no está sobre él. La ropa de Vanka, aunque grande, cuelga de él, pero se debe tener en cuenta que N. P. Chekhov muestra que está limpia. Se puede ver que desde la primera infancia el bebé se ha acostumbrado a trabajar y, a pesar de su empleo, trata de ponerse en orden. Lo más importante a lo que el autor llama la atención es el aspecto del niño y la cara que expresa fatalidad y anhelo.
Extraña a su abuelo, al pueblo, a la vieja vida. No hay lágrimas en sus ojos, ha perdido el hábito de llorar. Habiendo madurado temprano, y habiendo logrado levantarse como un verdadero campesino, Vanka aprendió a mirar el mundo con tristeza.
El artista utilizó cosas sencillas para describir su actitud ante la imagen del niño. Colores cálidos en la ropa y en el fondo, un suave rubor, rasgos infantiles de la cara: nariz hacia arriba, labios gruesos, remolinos traviesos. Esta actitud se transmite al espectador.
Así que fácilmente sentí simpatía, cada detalle enfatizando el calor emitido por esta persona.