Occidente comenzó a descubrir la cultura japonesa a mediados del siglo XIX. Los artistas quedaron muy impresionados por los grabados en madera japoneses, llamados “ukiye-e”, que fueron creados por artistas como Ando Hiroshige, Katsushika Hokusai y Kitagawa Utamaro. En sus grabados fueron representados paisajes y escenas de la vida cotidiana.
Estas imágenes, concisas, coloridas y expresivas, con una composición asombrosa, inspiraron a muchos artistas impresionistas, incluido Monet.
Por lo tanto, la imagen de Monet “Mountain Kolsaas”, escrita en Noruega en 1895, fue claramente creada bajo la impresión de uno de los grabados de Hokusai, que representa el Monte Fuji. Para la transferencia de espacio y volumen, los artistas europeos usaron tradicionalmente la perspectiva, y para este propósito los maestros de grabado japoneses recurrieron a los planos de destellos colocados en los lugares correctos de la pintura. También utilizaron ángulos inesperados, que representan el objeto principal desplazado en relación con el centro de la composición.